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El bar El Automático estaba en la calle de Argumosa, dentro del castizo
barrio madrileño de Lavapiés. Era un
bar acogedor, mezcla de diseño alternativo y castizo moderno. La primera vez
que BJ fue le llamó la atención aquella tradicional fachada de madera antigua
con dos ventanales a los lados; las paredes turquesa y su variada decoración de
fotografías antiguas colgadas en las paredes, coches y botes de hojalata
clásicos y carteles promocionando todo tipo de eventos. Le gustaba sentarse al
fondo, en la esquina, bajo un espejo redondo. Entre clásicas sillas de madera,
mesas redondas y banquetas apoyadas sobre barriles de cerveza, solía abrir el
ordenador portátil y navegar por la red en compañía de su “rubia”, una
refrescante cerveza Mahou. El Automático era su segunda casa, su refugio.
Rubén llegó a las ocho en
punto de la tarde y el rincón estaba vacío.
Se acercó a la barra y pidió una caña de cerveza que le sirvieron junto
con unas aceitunas. Permaneció sentado en el rincón hasta que a las ocho y
cuarto entró BJ con semblante serio. Miró a una de las camareras y le pidió una
pinta de cerveza.
-¿Te han seguido?
-preguntó en voz baja, mientras dejaba la mochila en una silla.
-Buenas noches. Yo
también me alegro de verte.
-No estoy para bromas.
-No me han seguido -Rubén
comenzaba a preocuparse.
-Bien. Aquí estaremos a
salvo. He dicho a mis colegas que vigilen por si acaso -BJ tomó un buen sorbo
de cerveza y sacó el ordenador portátil -. Perdona, pero esto no me gusta -de
pronto se paró en seco y, antes de encender el ordenador, miró hacia todos
lados-. ¿Donde está Isabel?
-No ha podido venir,
tenía una cena con un cliente.
-¿Qué cliente?
-BJ me estás poniendo
nervioso. ¿Qué ocurre?
-¡Qué cliente es! -dijo
despacio, intentando dominarse.
-Ignacio Gorján, el que
nos mandó recuperar el...
-Sí, ya sé quién es y no
me gusta -nunca había visto tan nervioso a BJ como aquel día. Era un muchacho
tranquilo, con la inquebrantable paciencia de un hacker.
Mientras se cargaba uno
de los sistemas operativos instalados en el ordenador, Rubén se acercó a la
barra para pedir otra cerveza y una ración de croquetas caseras. Sabía que a BJ
le gustaban más que las que ponían en Melos.
-Como ya dije esta mañana
por el chat, os han estado siguiendo y espiando.
-Y casi me matan en
Marsella.
-¡No jodas!
-Sí. Aún tengo el
recuerdo en el costado.
-Peor me lo pones -tomó
otro trago de cerveza y miró fijamente a Rubén-. ¿Sabes desde donde accedieron
a vuestro sistema de seguridad? Curiosamente desde el mismo lugar donde
entraste para recuperar el cuadro.
-Eso no es posible.
-¿Y sabes de quién es el
piso lujoso? De nada menos que de Dmitri Prestupleniye -ambos permanecieron
unos segundos en silencio. BJ ejecutó varios programas y el navegador de Internet-.
Este es tu hombre, aunque me temo que hay alguien detrás de él.
-¿A qué te refieres?
-Prestupleniye está en
las últimas. Haz cálculos. Nació en 1916.
-Ahora mismo debe tener
94 años.
-Sí y, aunque está
forrado de dinero, de poco le va a servir. Es propietario de importantes
empresas rusas, tiene acciones en medio mundo y un oscuro pasado -BJ seguía
serio, hablando en voz baja, cauteloso-. En 1936, a los veinte años, fue
oficial de la GUGB, la policía
secreta soviética y antecesora de la famosa KGB. Según he podido
consultar en archivos rusos a través de la Deep Web, fue ascendiendo
gradualmente durante la etapa de Stalin. Posteriormente pasó a trabajar en el Depósito
del Estado de Metales Preciosos del Comisariado del Pueblo para las Finanzas,
el Gokhran. Cuando Stalin murió en 1961, el nuevo secretario general del
PCUS, un tal Nikita Jruschov,
hizo borrón y cuenta nueva. Lo llamaron desestanilización. El caso es que Dmitri Prestupleniye también
limpió su imagen gracias a los contactos en la KGB y comenzó a dirigir
fábricas. Entró en el mundo de las finanzas públicas. Tras las reformas de Mijaíl
Gorbachov y la disolución de la Unión Soviética, un número importante de
grandes empresas se privatizaron -hizo una pausa para acceder a un archivo de
texto en el que había una larga lista-. ¿Sabes quién era el mayor inversor de
esas empresas?
-Dmitri Prestupleniye.
Aprovechó la situación para llevarse un buen trozo de pastel.
-O de ensaladilla rusa,
según se mire. El caso es que nuestro amigo asentó su economía en Rusia y
desplegó las alas a los mercados internacionales. Tiene un gran imperio,
empresas en medio mundo, cuentas en paraísos fiscales y un mercado de lo más
variado. Incluido la seguridad.
-Sin embargo, me has
dicho que hay alguien detrás de él.
-Sí. Un sucesor muy
especial y peligroso. ¿No te lo imaginas? -giró el ordenador portátil para que
Rubén pudiera ver con claridad una fotografía-. Esta imagen está hecha hace un
año. Como verás, vemos a Dmitri Prestupleniye
inaugurando una fábrica de componentes electrónicos. Ahora dime a quién ves en
segundo plano, entre la gente. Es la única imagen que he encontrado estando los
dos juntos.
Rubén palideció al ver la
fotografía a pantalla completa. No podía dar crédito al giro que estaban dando
los acontecimientos. Efectivamente, se trataba de una visita de Dmitri
Prestupleniye a una fábrica. A pesar de sus noventa y cuatro años, parecía
gozar de buena salud. De estatura baja, grueso, con escaso pelo peinado hacia
atrás, se veía junto a técnicos vestidos con bata blanca y rodeado de
ejecutivos trajeados impecablemente que intentaban aparentar gran interés en el
nuevo proyecto. Y uno de de esos ejecutivos era
Ignacio Gorján. Miraba hacia otro lado, totalmente ajeno al momento de
la fotografía. Quizás ese despiste le había delatado.
-No puede ser -dijo Rubén
incrédulo-. Será una coincidencia.
-No. Las empresas que
Dmitri Prestupleniye tiene en España y Latinoamérica las dirige Ignacio Gorján.
Es su mejor asesor y mano derecha, el candidato perfecto para sucederle porque
conoce perfectamente la línea de actuación de Prestupleniye. Así que no es de
extrañar que esté detrás de todo esto. Solo le queda esperar a que palme el
viejo –BJ hizo una pausa abstraído, mirando hacia la puerta-. Ahora mismo
Isabel está cenando con un hombre peligroso y muy ambicioso. Lo que no
comprendo es su obsesión por vosotros.
-Los cuadros.
-¿Como?
-Quiere los cuadros por
algún motivo. Ellos encierran un secreto que no quiere que se revele.
-O quizás esconden un
secreto que quiere descubrir.
Rubén lo miró largamente,
como un jugador de ajedrez a su contrincante. Quería encajar todas las piezas,
imaginar una estructura que le diera la visión piramidal de aquella trama.
Durante media hora explicó a BJ lo que habían descubierto hasta el momento, las
conversaciones con Parisi Nouvie, el encuentro con el antiguo espía ruso Mijaíl
Nayemnik o Mr. Canetnes, el incidente en la Basílica de Notre-Dame de la Garde
y los nuevos datos que el anticuario de Marsella César Bloziat les aportó. Bj
escuchaba con atención, asintiendo de cuando en cuando como si recibiera
instrucciones.
-¿Te has planteado que
Ignacio Gorján sea un Troyano?
–Preguntó BJ como si hablaran de virus informáticos-. Sí, un Troyano. Puede que lo que ha ocurrido
hasta ahora sea una cortina de humo y necesitéis un fireware.
-En cristiano, por favor.
-Por lo que me has
contado, y teniendo en cuenta que todos están metidos en la misma red, ellos
intentaron apoderarse del cuarto cuadro. Por eso murió el anticuario de París.
¿Qué harías si tu plan ha fracasado y un nuevo intento puede hacer que levante
tu tapadera?
-Decidiría que otros
hicieran el trabajo por mí.
-Cierto, dejar que otros
entren en escena. Para Gorján fue una suerte que Parisi se pusiera en contacto
con vosotros para investigar el cuadro. Ha aprovechado vuestra relación comercial
para que seáis sus zombis. La jugada ha sido diseñar un spyware y colarlo, es decir, poner micrófonos y GPS en la tienda,
tu apartamento, en vuestras ropas y objetos para conocer vuestros pasos -Rubén
recapacitó. Miró de nuevo la fotografía-. Gorján ha sido neutralizado por el
momento, pero tiene otras alternativas. Recuerda la misión de un troyano:
acercarse a vosotros, entrar en vuestro círculo para obtener información,
controlaros y manipularos. Y lo va a hacer silenciosamente, sin que os deis
cuenta. Os va a utilizar para sus intereses, para llegar hasta el cuadro que se
esconde en París.
-En ese caso habrá que
diseñar una estrategia. Descubrir qué esconden los cuadros. Cual es el motivo para
que Gorján ordene matar por ellos. Dejaremos que crea que nos maneja mientras
llegamos al final de este asunto. Se está tomando muchas molestias.
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