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Isabel
subió a la segunda planta del edificio, atravesó el taller, el
estudio y el pequeño salón con cocina
americana hasta el dormitorio. Estaba exhausta. Necesitaba un baño y
una infusión. Mientras calentaba agua y se llenaba la bañera,
encendió el equipo de reproducción MP3 y eligió Crazy
Blues de Mamie
Smith. Le gustaba el Blues,
sobretodo el clásico. Bessie Smith,
Victoria Spivey
o Gertrude “Ma” Rainey
estaban en su repertorio. Le apasionaba escuchar esas extraordinarias
voces, aparentemente improvisadas, elegantes, capaces de combinar el
ritmo con una especial sensibilidad en el tono y la dicción. Su
música era de ese tipo cuya estructura de compás, con los acordes
del piano, trombón o trompeta, hacía que el sonido se grabara en la
memoria y, cuando se dejaba de escuchar, su eco seguía resonando. No
era raro oírla silbar melodías como That
thing called love, Black
Snake Blues o Jailhouse
blues.
Cuando
estuvo el agua caliente, sin llegar a hervir para no perder el
oxígeno, apartó la tetera y la dejó en reposo unos tres minutos.
El baño estaba listo. Había añadido sales de baño que pronto se
convirtieron en espuma. Junto a la bañera colocó una mesita con la
taza de té. Al fondo Mamie Smith seguía cantando.
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