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El edificio de la tienda de
antigüedades era antiguo, como el barrio de Universidad, con su
fachada de ladrillo, recordando las viejas fábricas del Madrid de
primeros de siglo, grandes ventanales y amplias habitaciones. Esperó
unos minutos a que Isabel Menat mirara por la cámara de seguridad y
luego subió al segundo piso. Allí estaba dando vueltas mientras
consumía un cigarrillo rubio. Hacía tiempo que había dejado de
fumar y sustituido por la meditación, pero aquella situación la
había desbordado hasta el punto de recurrir nuevamente al viejo
vicio. Por todo el suelo había libros de arte, botes abiertos de
disolventes, barnices, pinturas, pinceles, caballetes y todas las
herramientas de precisión. Seguía vestida con falda estrecha gris
y chaqueta compañera sobre camisa blanca.
-¿Estás bien? -preguntó Rubén al
ver todo revuelto.
-Sí. Aún no he mirado si falta
algo, quería esperarte. Las cámaras estaban desactivadas. Alguien
entró en el sistema.
-Hablaré mañana con BJ a ver si
puede hacer un rastreo. ¿Has llamado a la policía? -Isabel negó
con la cabeza mientras encendía otro cigarro y recogía los libros
del suelo-. Bueno, primero revisaremos la tienda para ver si se han
llevado algo de valor. Hay que descubrir qué buscaban en concreto.
Por cierto -Rubén se descolgó el tubo portalienzos-, hay que
guardar el cuadro en el sótano.
Por un momento mudó el rostro de
Isabel, como si entrara en una especie de trance que la hiciera
olvidar el caos del estudio. Aún con el cansancio y sobresalto de la
intromisión, sus ojos esmeraldas brillaron con una intensidad
sorprendente. Pronto dibujó una sonrisa que la tranquilizó.
-Veo que lo has conseguido. Déjame
verlo -lo sacó del tubo y con mucho cuidado fue desenrollándolo en
su mesa de trabajo-. Es sensacional. Desfile en la Plaza Roja,
del realismo socialista, 1937, oleo sobre lienzo -se apartó para
ver la pintura desde otra perspectiva-. Aún sigo sin comprender como
sus contemporáneos eclipsaron la obra de Víktor Petrograd.
Afortunadamente sus cuadros no terminaron como algunas de las
pinturas de Brodsky.
-¿A qué te refieres?
Miró a Rubén con cara divertida.
-¿No te acuerdas? Isaac Bordsky, un
pintor tan realista al que tuvieron que retirar un cuadro del segundo
Congreso de la Internacional Comunista porque salían muchos de los
líderes que Stalin quitó de en medio. Afortunadamente Petrograd
supo a quién poner en primer plano.
Siguió observando el óleo unos
minutos, recorriendo toda la plaza con los soldados en formación
frente a un Stalin supremo, idolatrado. En eso consistía el arte y
su técnica, en un instrumento al servicio de la doctrina para
engrandecer a sus líderes y ensalzar las virtudes de la clase obrera
y la revolución. Stalin llamaba a los artistas “ingenieros de
almas”, convirtiéndose en una corriente artística oficial de la
Unión Soviética.
Pronto se oscureció la mirada de
Isabel saliendo de sus propios pensamientos hacia una realidad más
cruda. Dio una chupada al cigarro y exhaló con desazón. Volvió a
enrollar el lienzo y guardarlo en el tubo.
-Bien, voy al sótano a guardarlo
-dijo afligida-. Mañana lo analizaremos antes de entregarlo a
nuestro cliente.
-Mientras tú lo guardas, daré una
vuelta por la tienda para revisarlo todo.
A través de una escalera de caracol
Rubén llegó a la planta baja, destinada fundamentalmente a muebles,
esculturas y objetos grandes. Era un espacio amplio, dividido en
varios salones con estilos distintos. El más espacioso y principal
era el salón Isabelino, elegante y fastuoso, parecido al estilo
Imperio. Las paredes solía decorarlas con molduras de madera en
blanco y papel de diseños florales sencillos, color beige,
contrarrestando la pesadez de los muebles y alcanzando mayor amplitud
a la estancia. Sin embargo, eran las lámparas de sobremesa las que
daban un ambiente cálido, confortable y acogedor. Situadas
estratégicamente, dispersaban una suave luz dorada por los armarios,
aparadores, cómodas, vitrinas, consolas o escritorios de caoba,
haciendo brillar las cubiertas de bronce y marqueterías. El pasear
por aquel lugar, entre tallas, porcelanas, tapices, cuadros y
apliques dorados, era un placer para los sentidos, un viaje al
pasado. Incluso los sillones y sofás, tapizados con muchos relieves,
tallas en los brazos e incrustaciones de metal y boj, invitaban a
sentarse plácidamente a tomar café o disfrutar de largas charlas
entre amigos. De hecho, cuando sacaba un nuevo catálogo exclusivo,
solía preparar el salón Isabelino para acoger a los cliente
selectos. Era el lugar idóneo para impresionar con las nuevas
adquisiciones entre música de cámara, champagne y aperitivos. En
otras ocasiones, organizaba recitales de poesía, su segunda afición.
Las otras salas albergaban muebles y
objetos de distintos estilos. A continuación del salón Isabelino
estaba el Renacentista y Manierista, reiterando las formas de
arquitectura clásica. Había de todo, armarios de paneles tallados
con figuras geométricas, puertezuelas, herrajes con clavos de cobre;
bargueños de boj tallados y adornados con incrustaciones de oro,
marfil, taracea, hueso o ébano e infinitos cajones en su interior
con sus correspondientes gavetas; las típicas mesas de grueso
tablero de taracea, unidas por rígidas chambranas torneadas;
sillones fraileros forrados de brocado o terciopelo; y sillas de
roble, forradas el respaldo y asiento con anea o cuero clavado y la
chambrana tallada con relieves. Imperaba más el estilo renacentista
español, de influencia mudéjar.
El tercer salón acogía muebles
exóticos como los indios y chinos. Entre los indios resaltaban las
cómodas de palo de rosa o Sheesham, ricas en ornamentos tallados que
adquirían una fuerza espiritual. No faltaban las pequeñas mesas de
opio para tomar café, las alfombras de seda y lana con motivos
florales y persas o los tapices de lino y seda con episodios
religiosos y fábulas. De los orientales, sobretodo los chinos,
destacaban arcones de madera Ha-Li con su característico color
rojizo intenso; mesas según su uso como la largas y estrechas
Tiao-tai o las Ba-xian-zhuo o mesa de ocho inmortales de madera
Ying-Mu, curiosamente una madera extraída de las raíces de los
grandes árboles, que servían de altar para distintos rituales; o
armarios y cofres de madera de Bai-Mu conocidas como madera fragante
por su aroma.
En todas las estancias no hubo
desperfectos, aunque sí se habían abierto los cajones de las
cómodas y bargueños y las puertas de las vitrinas y armarios.
Jarrones, estaturas, sillones y sofás se habían movido de su lugar
sembrando el caos y por el suelo yacían tapices como héroes de
guerra. Era difícil moverse sin antes tropezar y la luz de las
lámparas dejaron de hacer ese efecto acogedor iluminando lo que
ahora parecía un almacén desordenado y abúlico.
Subió al primer piso, a través de
las escaleras de caracol, donde se encontraban dos salas, una repleta
de vitrinas y mesas con todo tipo de figuras de cera, madera,
porcelana, cerámica, piedra, bronce, plomo, hierro u oro. Las luces
emanaban del techo en largos haces incidiendo directamente sobre las
figuras y así crear una atmósfera misteriosa y elegante. También
exponía cajas de todo tipo, joyeros, útiles de escritorio y objetos
de lo más extraño que pudiera encontrarse. A esta parte no pareció
que entraran. Todo estaba cerrado y dispuesto como de costumbre. Sin
embargo, peor fue la biblioteca. Las estanterías de cedro estaban
simplemente vacías. Habían tirado todos manuscritos, libros,
incunables y códices al suelo con tal fuerza que terminaron
dispersos, unos abiertos con las páginas arrugadas y otros en
montones, como hogueras a punto de perecer.
Isabel entró sin dar crédito a lo
que veía. Permaneció unos instantes en el umbral de la puerta y
entró decidida a recoger los libros. Pero no pudo, estaba fatigada.
Esa misma noche tuvo una cena con un importante cliente y la mezcla
del Rioja con el Cava le había pasado factura.
-Descansa un poco mientras yo recojo.
Miraré si falta algún libro mientras los coloco -dijo Rubén en
tono paternal.
Isabel seguía mirando las
estanterías, pensativa, con los ojos vidriosos. Asintió y abrumada
subió por las escaleras de caracol hasta el segundo donde compartía
vivienda con el taller y el estudio. Durante toda la noche Rubén
estuvo recogiendo todo el fondo de la biblioteca revisando el estado
de cada uno. Conectó la Tablet al servidor interno y fue
cotejándolos para asegurarse de que no faltaba ninguno.
Durante toda la noche no dejó de
pensar en lo que había pasado. Se preguntó como sabían que Isabel
y él no estarían en la tienda. Quien entró conocía el sistema de
seguridad interno, alguien que ya había estado dentro en alguna
ocasión. Podía ser un cliente, un marchante de arte o galerista.
¿Tenía algo que ver con el cuadro Desfile en la Plaza Roja?
¿Lo estarían buscando? No. Era imposible que buscaran el lienzo
puesto que no había dado tiempo de descubrir quien lo había
rescatado. Estaba seguro de que habían entrado en el mismo momento
en que salía por los túneles hacia Edificio España. Entonces,
¿qué buscaban? Lo curioso era que apenas había destrozos, como si
tuvieran en consideración las obras de arte allí expuestas y solo
quisieran localizar algo. Pero qué. Mentalmente repasó los últimos
trabajos, los contactos con clientes, galeristas, marchantes de arte,
casas de subastas, rastros y museos. De las operaciones de compra y
venta no había nada especial, solo unos cuadros que Isabel estaba
restaurando. Aquellos días previos todo transcurrió con normalidad.
***
El fuerte olor a café despertó a
Isabel. Había dormido vestida en el sofá del estudio, junto al
taller. Se recogió el pelo y miró hacia la cocina americana.
Rubén estaba preparando un par de tazas con aire fresco, como si
hubiera dormido profundamente toda la noche.
-¿Qué hora es? -preguntó
somnolienta, intentando adaptarse a la luz que entraban por los
ventanales.
-Las siete -ofreció una taza de
café-. Ya está todo recogido. No falta nada -Isabel suspiró
aliviada-, parece que no encontraron lo que buscaban.
-¿Qué podrá ser? Somos muy
cautelosos, no vamos por ahí gritando lo que tenemos. A no ser…
-pensó- que quieran recuperar el Desfile en la Plaza Roja.
-Lo
he pensado esta noche pero no creo que buscaran el cuadro. Entraron
cuando yo estaba recuperándolo. Aunque no descarto nada. Es pronto
para hacer conjeturas. Espero que BJ encuentre algo. Se ha
sorprendido tanto como nosotros cuando le he llamado hace media hora.
Isabel
se fue al taller a recoger y limpiar los disolventes, barnices y
pinturas esparcidos por el suelo mientras Rubén bajó al sótano en
busca del lienzo recuperado para tomar las primeras fotografías. Esa
mañana de viernes la tienda permaneció cerrada por inventario. Todo
estuvo tranquilo hasta que el servicio de mensajería llamó al
timbre. Isabel miró a través de la cámara de vigilancia y bajó
hasta el portal. Se trataba de un sobre grande con remitente de
Marsella. Rápidamente subió al estudio donde aguardaba Rubén. La
remitente era Parisi Nouville, Place de Lenche, Marsella, Francia.
Rubén observó el sobre por fuera y acto seguido cogió un plateado
abrecartas Charles Halphen.
Dentro había una carta manuscrita acompañada de unos bocetos de una
mujer y pendrive o lápiz óptico.
-¿Conoces
a Parisi Nouvie? -preguntó Isabel intentando hacer memoria- Su
nombre me es familiar.
-Cierto.
No hace mucho publicó un libro sobre pintores del Renacimiento
-cogió la Tablet y buscó en la base de datos-. Sí, aquí está,
Parisi Nouvie, Marsella, 1980. Actualmente es profesora de Historia
del Arte en École supérieure d'art et desing
Marseille-Mediterranée, en el campus universitario de Luminy. Está
a cargo de uno de los grupos de investigación sobre el Renacimiento.
Autora de "Les maîtres de la Renaissance française
(1494-1598)", además de
varios artículos en revistas científicas sobre el Renacimiento
nórdico o la Escuela de Fontainebleau.
Isabel
pareció abstraída, explorando entre los pasillos de su memoria de
qué conocía a la historiadora. Cuando Rubén sacó el libro vio su
fotografía en la contraportada. Vestía elegantemente dejando
entrever una constitución delgada, de pelo largo, rubio y liso que
le caía sobre los hombros. La piel tenía una tonalidad blanca y
sonrosada propia de la aristocracia del Versalles de Luis XIII,
acorde a unos ojos de azul intenso que radiaban misterio en un rostro
de facciones finas, delicadas, con unos labios que siempre marcaban
una sonrisa encantadora. Era el tipo de persona que se cuidaba
físicamente dando un aspecto jovial y activo. La primera sensación
que Isabel tuvo era la de una joven introvertida y amante de su
trabajo.
-Creo
que esta chica no tiene ascendencia francesa. Sus rasgos hablan de
sangre eslava -dijo Rubén adivinando los pensamientos de Isabel-.
Sería interesante tener un encuentro con ella. Por cierto, ¿qué
dice la carta?
Isabel
desdobló varias hojas blancas escritas con letra pequeña y
ascendente, óvalos cerrados, ágil y suelta, rasgos limpios, llena
de bucles y adornos, sobretodo en la letra “d”.
-Efectivamente,
carácter introvertido, positivo, abierta de mente, creativa y
generosa. Es muy interesante.
Pero
eso no fue todo. De entre los pliegues cayeron unos recortes del
periódico Le Monde, concretamente de unos días antes, el martes
nueve de marzo. Isabel palideció de pronto dejándola sin
respiración. Tuvo que buscar la banqueta para asimilar el titular.
Todo parecía ir encajando. Rubén contuvo un exceso de rabia
mientras daba crédito a la noticia que decía simplemente:
“Encontrado muerto el famoso experto en antigüedades Mr.
Huguet”. Según las primeras
investigaciones de la Gendarmería, el viejo anticuario calló
desafortunadamente por las escaleras cuando se disponía a bajar a la
tienda. Se descartaba la teoría del robo puesto que en la caja se
encontraba gran cantidad de dinero y los libros de mayor valor no
habían sido sustraídos.
-Me
temo que este asunto ha girado ciento ochenta grados -dijo Rubén
mientras cogía la carta.
La misiva
decía:
“Estimada
Isabel Menat:
Hace una semana falleció mi abuela y como herencia he recibido, entre otros
objetos, un baúl lleno de cartas, manuscritos, dibujos y un lienzo.
Supuse que eran antigüedades de mis abuelos cuyo último deseo era
el que los tuviera por su valor sentimental más que por el
económico.
Rebuscando
me di cuenta de que muchas de las cartas venían de la antigua Unión
Soviética. Nunca supe que tenía familiares allí. Soy y me siento
francesa. Como sabrá, nací hace treinta años en Marsella y toda mi
vida y familia han pertenecido a esta tierra. O eso creía hasta
ahora.
Sin
embargo, lo que más me ha llamado la atención es un lienzo pintado
con óleo y gran cantidad de bocetos. Mi abuelo era Pierre Nouvie,
artesano en un taller de joyería y en sus ratos libres le gustaba
pintar cuadros de distintos estilos. De ahí mi amor por el arte.
Pensaba que el lienzo era de mi abuelo, aunque se distanciaba en
mucho de su propio estilo. Empujada por mi curiosidad decidí viajar
a París para que Mr. Huguet me diera su opinión sobre el autor. Eso
fue el pasado jueves día cuatro de marzo. Hasta ahí bien si no
fuera porque el sábado, día seis, alguien entró por la noche en mi
casa para robar. No sé si tiene relación con el cuadro, pero veo
mucha coincidencia. Y más cuando tres días después me entero por
la prensa de la muerte de Mr. Huguet.
Sé
que ustedes son una especie de detectives del arte. No sé si se
acordará del día que nos conocimos, a finales del año 2009, en la
exposición sobre el impresionista francés Edgard Degas en el Museo
de Cantini de Marsella. Me dijo que investigaban todas las obras de
arte que adquirían, incluido el pasado del artista. Y eso es lo que
deseo. Quisiera que investigaran el origen del cuadro y su autor.
Tengo la sensación de que mi vida no es la que pensé, me han estado
ocultando muchas partes del pasado de mi familia y quiero saber por
qué.
Les
adjunto algunos bocetos y un pendrive con imágenes del cuadro que
encontré en el baúl. Afortunadamente está a buen recaudo, lejos de
Marsella, para que nadie pueda robarlo.
Espero
recibir noticias suyas lo más pronto posible.
Atentamente,
Parisi
Nouvie”
Isabel
introdujo el pendrive
en el portátil y accedió a la carpeta principal en la que había
varios archivos en formato .jpg.
Se trataba de partes de un cuadro ampliadas en las que podía verse
entre grandes pinceladas de colores vivos una estatua femenina
dorada, medio edificio, unos jardines y un camino. Cruzó los brazos
y se quedó pensativa unos segundos. Luego conectó la pantalla de
plasma fijada en la pared y lanzó las imágenes para verlas con más
detalle. Efectivamente se trataba de una pintura al óleo en la que
se había utilizado tanto el pincel en sus distintas tipologías como
la espátula para la ejecución de paisajes y determinados detalles.
-¿Me
puedes pasar los bocetos? -pidió Isabel.
Cruzó
la mirada entre los bocetos y una de las imágenes, concretamente la
estatua dorada de mirada desafiante, blandiendo la espada de la justicia, de la victoria. Era curioso el detalle. Mientras en los bocetos la mujer miraba a la izquierda, en el cuadro lo hacía en dirección este. En cualquier caso, aunque
la figura del cuadro no era muy nítida debido a las pinceladas
pequeñas y cortas, pudo precisar que se trataba de la misma que
había en los bocetos. Esta imagen resaltaba por sus colores amarillo
y blanco claros en contraste con los pardos oscuros de la tierra y el
ángulo del edificio. Posiblemente el artista quería dirigir la
atención hacia la estatua a través de los distintos contrastes que
había en cada plano, aunque era prematuro asegurarlo sin ver la
totalidad del cuadro.
-Parece
que los bocetos eran un proyecto para crear una escultura y
posteriormente la plasmó en el cuadro. Si no, es imposible explicar
por qué se perfilan los detalles en algunos de estos esbozos.
Isabel
tenía razón, para qué molestarse en dibujar una imagen femenina
con tanto detalle si finalmente la plasmación al óleo sería
imprecisa. Sin duda, los bocetos tenían relación con el cuadro al
que había costado la vida al viejo anticuario parisino. La cuestión
era porqué, ¿qué tenía el cuadro para llegar a ese extremo? En
cuanto al autor nada se sabía. En las imágenes digitalizadas no se
encontraba la firma. Necesitaban ver el cuadro completo y analizarlo.
-Necesito
que bajes y traigas el Desfile en la Plaza Roja.
Quiero hacer una comparación.
Rubén
volvió con el lienzo y lo desenrolló en la mesa del estudio. Isabel
acercó la lámpara con lupa y fue observando detenidamente cada
color, textura y pincelada. En algunos puntos el empaste era escaso
permitiendo descubrir que la trama del lienzo era gruesa. Buscó
entre las imágenes algún trazo similar y las amplió. A
continuación comparó los trazos, colores, presión del pincel y
cantidad de empaste para determinar si el relieve tenía la misma
técnica en ambos casos. Durante un buen rato no dejó de hacer
comparaciones y escribiendo notas en un cuaderno. Unas veces fruncía
el ceño desaprobando una idea, como si la evidencia contradijera sus
conclusiones; otras dejaba escapar una leve sonrisa de conformidad,
convencida de que iba por el buen camino. Revisó sus notas y miró a
Rubén con una amplia sonrisa.
-Ambos
cuadros son del mismo artista. Parisi tiene un cuadro de Víktor
Petrograd. No sé concretamente cual es. Nunca he visto o estudiado
ese cuadro. Pero sin duda es de él.
-Eso
cambia las cosas -dijo Rubén bajo un mal presentimiento-. Significa
que puede haber relación entre los intentos de robo en la casa de
Parisi y la tienda y el asesinato de Mr. Huguet.
-Alguien
quiere ambos cuadros a costa de lo que sea.
-Será
mejor que hagas el equipaje -Rubén cogió la chaqueta y cartera de
cuero viejo-. Nos vamos a Marsella. Creo que allí encontraremos más
respuestas.
Y que ocurrirá entonces en ese viaje ...es inquietante recorrer las diferentes salas envueltas en ese misterio uno puede imaginar las obras de arte gracias a su descripción tan delicada. Quedo encantada de seguir leyendo más cuando vayan a Marsella
ResponderEliminarMuchas gracias Inmaculada. La pregunta es: ¿todos nosotros solemos guardar algún secreto? ¿Hay algo en nuestra vida que deseemos borrar? Y lo importante, hasta qué punto somos capaces de borrar nuestro pasado y vivir una vida nueva. Muchas pistas estoy dando.
ResponderEliminarMuchas gracias
este segundo capitulo hace todavia mas interesante la lectura,una descripcion perfecta de las salas con todos los detalles..una carta q dega mucho suspense...esperemos a ver q pasa y q se encuentran en ese viaje a marsella.....
ResponderEliminarM. Jesús, te aseguro que la trama se complica más. En vez de aclararse, surgen más interrogantes. Esperemos que no salgan de Marsella con las manos vacías. Eso sí, adelanto que no todo es lo que parece.
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